Desde el día 13 de Julio hasta el 17 del
mismo mes, un grupo de 5 jóvenes que han recibido este año la confirmación y
yo, como responsable, hemos peregrinado a Santiago de Compostela. Comparto con
todos los lectores de la página web unas reflexiones sobre esta peregrinación.
Peregrinar es, para mí, caminar dando
sentido al camino de nuestras vidas, y hacerlo desde Aquél que da sentido a
todo: Cristo. Esta experiencia ha sido un ponerse en camino con miedos e
inseguridades, pero todo compartido entre los 5 jóvenes y yo, como seminarista
de la Congregación de la Misión.
Cuando uno que se pone en camino, lleva
sin duda todo aquello que solemos llevar cada día de nuestras vidas, pero
cambia de lugar. La mochila es más pequeña y está llena de cosas que
normalmente no están. Además, no estamos en casa, sino en casas diferentes a
las que uno se ha de ir adaptando, y buscando lo bueno siempre de cada lugar.
Otro cambio, la compañía, ya que no somos padres e hijos, somos hermanos en la
fe, hijos en el Hijo de Dios. Y buscamos algo que alimente lo otro, buscamos
aquello que da luz verdadera a nuestro día a día, la luz del Amor de Dios y de
su alegría única.
Salimos muy de mañana desde Salamanca,
llegamos a medio día a Lugo y después a Melide, donde visitamos el pueblo y
descansamos para comenzar al día siguiente. Caminamos 3 etapas, unos 53
kilómetros, y lo hicimos con sentido específico y también conseguimos llegar a
la considerada meta final de la peregrinación pero, en realidad es la meta
inicial de lo que viene después. Nada termina en Santiago, sino que todo
comienza allí. Han sido 5 días de vivir y de compartir, de llenarnos mutuamente
de una fuente común: Jesús.
A lo largo del camino muchas cosas han
venido a mi memoria y reflexión y, quiero compartir algunas de ellas, desde la
humildad y la apertura que da el hacerlo con el corazón.
Lo primero que vino a mi memoria, fue mi
primer camino de Santiago, las personas, los momentos, los lugares, lo que
hicimos... y sin duda la emoción era grande y la oración fluida por todas
aquellas personas que nos acompañamos y que supusieron para mí un punto
importante en mi respuesta vocacional.
Pero también he reflexionado sobre mi
testimonio con los jóvenes, que siempre ha de ser de alegría gozosa, pero no
siempre se produce. Por eso, esta parte de la reflexión tiene dos partes:
GRACIAS y PERDÓN.
Gracias a Dios por haberme enviado a esta
peregrinación, por haberme acompañado, a través de mis formadores, en la
preparación, y gracias por los jóvenes que han participado, que han dejado
otros planes para ponerse en camino con un objetivo claro: llegar a Santiago
peregrinando, no simple senderismo ni cultura, sino poniendo a Cristo en el
centro de cada paso que íbamos dando, y gracias por los padres, que confiando
en propuestas así, les apoyan en decisiones que implican el cultivo de su vida
interior.
Gracias a los jóvenes, porque me siguen
enseñando y ayudando, me acompañan y me confirman en mi vocación. Me hacen
crecer como persona y avanzar con seguridad en mi vocación. Ha habido momentos
muy buenos, buenos y otros menos buenos... De todos ellos he aprendido, espero
que ellos también. La peregrinación también ayuda a ver los límites y nuestra
capacidad para superarlos cuando nos apoyamos en bastón seguro.
Perdón les pido a ellos, a los jóvenes,
por todas esas veces en las que no he sido testimonio de la alegría de Dios,
por las veces en las que mis respuestas no han sido adecuadas..., por aquellas
en las que esperaban otra cosa distinta a lo ofrecido, pero sin duda nunca ha
sido con otro propósito que el de que ellos aspiren a lo mejor, a lo más bueno,
a lo más alto... a Cristo, Hijo de Dios.
Para terminar, lo haré con una oración
que hicimos todos ante la tumba del Apóstol, cada uno por sus intenciones y
todos, por las intenciones de la Iglesia:
Apóstol
Santiago, elegido entre los primeros, tú fuiste el primero en beber el cáliz
del Señor y eres el gran protector de los peregrinos: haznos fuertes en la fe y
alegres en la esperanza, en nuestro caminar de peregrinos siguiendo el camino
de la vida cristiana y aliéntanos para que, finalmente, alcancemos la gloria de
Dios Padre. Amén.
Os saludo a todos y os pido una oración
por los jóvenes para que, buscando a Dios le encuentren y, encontrándole, le
sigan con alegría. Al tiempo, os aseguro mi oración por todos vosotros.
Ricardo Rozas
Seminarista de la Congregación de la Misión