San Vicente de Paúl decía: "Dadme un hombre de oración y será capaz de todo". La oración es por tanto la fuente de la que brota toda actividad. Es decir, solo de la unión con Dios, en la oración, podemos llevar adelante cualquier cosa que nos propongamos.
Es importante ser una persona de oración pero también es importante saber cómo tiene que ser esa oración. Respecto a esto, San Vicente es muy claro y dice: "la oración debe estar informada de espíritu filial, de humildad, de confianza en la Providencia y de amor a la bondad de Dios".
Ese sentirnos hijos de Dios, hace que le miremos y le hablemos como Padre, la confianza de la que también se habla, se apoya precisamente en este sentirnos hijos, en este poder dirigirnos a Dios con la confianza de hijos. Es básica la humildad, así en Hechos de los Apóstoles se nos dice: "El Espíritu Santo los llevó..." o "El Espíritu Santo los condujo..." Se nos resalta la importancia de ser dóciles, debemos dejarnos modelar en el molde de la santa humanidad de Cristo, permitirle, estar abiertos y dispuestos.
El Espíritu Santo es el que ilumina la oscuridad, abre lo cerrado, mueve lo paralizado, da fuerza a lo débil, sostiene lo que va a caer, da forma a lo que no la tiene o la ha perdido, construye lo destruido.
Abrámonos a la acción del Espíritu Santo y dejémonos transformar por Él.
Termino esta entrada de hoy con una oración:
¡Oh Espíritu Santo! llena nuestra vida e ilumínala para que iluminada por ti, seámos dóciles y nos dejemos transformar para ser semejantes a Cristo.
A ti, gracias por dedicar un tiempo a
leerme, lo mismo que pido para mi, lo pido para ti.
Un saludo y hasta pronto...