21 de julio de 2015

Testimonio de una experiencia pastoral con jóvenes


Desde el día 13 de Julio hasta el 17 del mismo mes, un grupo de 5 jóvenes que han recibido este año la confirmación y yo, como responsable, hemos peregrinado a Santiago de Compostela. Comparto con todos los lectores de la página web unas reflexiones sobre esta peregrinación.

Peregrinar es, para mí, caminar dando sentido al camino de nuestras vidas, y hacerlo desde Aquél que da sentido a todo: Cristo. Esta experiencia ha sido un ponerse en camino con miedos e inseguridades, pero todo compartido entre los 5 jóvenes y yo, como seminarista de la Congregación de la Misión.

Cuando uno que se pone en camino, lleva sin duda todo aquello que solemos llevar cada día de nuestras vidas, pero cambia de lugar. La mochila es más pequeña y está llena de cosas que normalmente no están. Además, no estamos en casa, sino en casas diferentes a las que uno se ha de ir adaptando, y buscando lo bueno siempre de cada lugar. Otro cambio, la compañía, ya que no somos padres e hijos, somos hermanos en la fe, hijos en el Hijo de Dios. Y buscamos algo que alimente lo otro, buscamos aquello que da luz verdadera a nuestro día a día, la luz del Amor de Dios y de su alegría única.

Salimos muy de mañana desde Salamanca, llegamos a medio día a Lugo y después a Melide, donde visitamos el pueblo y descansamos para comenzar al día siguiente. Caminamos 3 etapas, unos 53 kilómetros, y lo hicimos con sentido específico y también conseguimos llegar a la considerada meta final de la peregrinación pero, en realidad es la meta inicial de lo que viene después. Nada termina en Santiago, sino que todo comienza allí. Han sido 5 días de vivir y de compartir, de llenarnos mutuamente de una fuente común: Jesús.
A lo largo del camino muchas cosas han venido a mi memoria y reflexión y, quiero compartir algunas de ellas, desde la humildad y la apertura que da el hacerlo con el corazón.

Lo primero que vino a mi memoria, fue mi primer camino de Santiago, las personas, los momentos, los lugares, lo que hicimos... y sin duda la emoción era grande y la oración fluida por todas aquellas personas que nos acompañamos y que supusieron para mí un punto importante en mi respuesta vocacional.
Pero también he reflexionado sobre mi testimonio con los jóvenes, que siempre ha de ser de alegría gozosa, pero no siempre se produce. Por eso, esta parte de la reflexión tiene dos partes: GRACIAS y PERDÓN.

Gracias a Dios por haberme enviado a esta peregrinación, por haberme acompañado, a través de mis formadores, en la preparación, y gracias por los jóvenes que han participado, que han dejado otros planes para ponerse en camino con un objetivo claro: llegar a Santiago peregrinando, no simple senderismo ni cultura, sino poniendo a Cristo en el centro de cada paso que íbamos dando, y gracias por los padres, que confiando en propuestas así, les apoyan en decisiones que implican el cultivo de su vida interior.

Gracias a los jóvenes, porque me siguen enseñando y ayudando, me acompañan y me confirman en mi vocación. Me hacen crecer como persona y avanzar con seguridad en mi vocación. Ha habido momentos muy buenos, buenos y otros menos buenos... De todos ellos he aprendido, espero que ellos también. La peregrinación también ayuda a ver los límites y nuestra capacidad para superarlos cuando nos apoyamos en bastón seguro.

Perdón les pido a ellos, a los jóvenes, por todas esas veces en las que no he sido testimonio de la alegría de Dios, por las veces en las que mis respuestas no han sido adecuadas..., por aquellas en las que esperaban otra cosa distinta a lo ofrecido, pero sin duda nunca ha sido con otro propósito que el de que ellos aspiren a lo mejor, a lo más bueno, a lo más alto... a Cristo, Hijo de Dios.
Para terminar, lo haré con una oración que hicimos todos ante la tumba del Apóstol, cada uno por sus intenciones y todos, por las intenciones de la Iglesia:

Apóstol Santiago, elegido entre los primeros, tú fuiste el primero en beber el cáliz del Señor y eres el gran protector de los peregrinos: haznos fuertes en la fe y alegres en la esperanza, en nuestro caminar de peregrinos siguiendo el camino de la vida cristiana y aliéntanos para que, finalmente, alcancemos la gloria de Dios Padre. Amén.

Os saludo a todos y os pido una oración por los jóvenes para que, buscando a Dios le encuentren y, encontrándole, le sigan con alegría. Al tiempo, os aseguro mi oración por todos vosotros.

Ricardo Rozas

Seminarista de la Congregación de la Misión

12 de julio de 2015

Dejarse hacer por el Espíritu

Ayer, tuvimos el último retiro del curso. Es un momento privilegiado pues una vez más he podido pararme, detenerme… ante el Señor y, examinarme. Durante la mañana se nos ha dicho algo que me ha tocado profundamente y es lo que me invita a compartir con vosotros. 
Lo dicho ha sido en referencia a la pobreza más necesaria, la pobreza de espíritu, entendida como un dejarse hacer, vinculando pobreza, espíritu y formación.
Han pasado casi tres años desde aquel septiembre que me vine a vivir a Salamanca, a formar parte de una comunidad dentro de la etapa previa, una etapa de discernimiento vocacional y de conocimiento mutuo. Esta etapa ha supuesto para mí un acercamiento profundo a la figura del fundador y una continua interpelación de mi propia vida. Sin duda habido momentos buenos y menos buenos, como siempre en la vida, pero de todos, de TODOS, he aprendido.
He vivido momentos muy importantes para mi vida y mi vocación, tanto con los hermanos de comunidad, como en las distintas pastorales a las que se me ha enviado desde ella, sin duda he de resaltar los tres años compartidos con los jóvenes de Carbajosa, que han culminado en su confirmación. A ellos les doy las gracias y a Dios por ellos, pues me han enseñado mucho y me han ayudado a ver el rostro de Dios en los jóvenes, que le buscan, que caminan y se alegran.
Este proceso que es el dejarse hacer por Dios, lleno de vida de oración, en comunidad, llevando a cabo un proceso de formación en distintos ámbitos y, escuchando la llamada de Dios cada día a entregarme como misionero paúl, me ha llevado a finales de este curso a solicitar al Visitador provincial la admisión al Seminario Interno y así a la Congregación de la Misión, como parte de mi respuesta a la llamada de Dios, no para ir "quemando" etapas, sino para responder en fidelidad y coherencia.
El pasado día 8 de julio, el Visitador me comunicaba, por carta: "pides entrar en la "etapa formativa del Seminario interno". Tengo el sumo gusto de comunicarte que, en la sesión del consejo provincial de ayer, fue aceptada tu petición; por lo que te felicito, a la vez que me alegra ver cómo el carisma vicenciano sigue teniendo atractivo entre los jóvenes de hoy". Y, añadía: "Pido al Señor y a San Vicente que bendiga tu vocación para que llegues a ser un buen misionero paúl. Puedes estar seguro de mi apoyo y del de todos los compañeros de provincia".
Sólo me queda dar gracias a Dios por mostrarme el camino de felicidad para mi vida y pediros, te recéis por mí para que sea fiel en todo momento al proyecto de Dios. Cada uno, según sepa, tenedme presente en vuestros pensamientos u oraciones.
También me gustaría compartir con vosotros, lo que va a ser mi verano. Todos los miembros de la comunidad somos enviados, desde ella, a diferentes lugares que suponen experiencias nuevas. Desde el día 13 de julio hasta el 17, tendré la suerte de peregrinar a Santiago de Compostela, acompañando y compartiendo este camino con un grupo de cinco jóvenes que han recibido este año la confirmación. Desde el 18 de julio al 23 estaré por Salamanca colaborando en el centro de espiritualidad.
Sin duda, lo más novedoso viene a partir del 23 de julio, que viajaré a París para desde allí, con un grupo de jóvenes franceses y un Padre de la Congregación, viajar al Líbano y participar en un campo de trabajo en ese país. Desde el 23 de julio hasta el 9 de agosto estaré en dicho servicio, sin duda algunos miedos me acompañan, sobre todo por el lenguaje, pero también me acompaña Cristo, que me llama, me invita y me sostiene… Y, cómo no, vuestras oraciones, amistad y cercanía.
A mi regreso del Líbano disfrutaré de unos días de descanso con mi familia, días para vivir y compartir. Tras ellos ya en septiembre, haré de nuevo las maletas pues el Seminario Interno es en Nápoles, así que partiremos para allá el día 21 de setiembre, dando comienzo el 29 de septiembre, fecha que se anota como la fecha de vocación y a partir de entonces uno es miembro admitido de la Congregación de la Misión, uno es misionero paúl.

La foto que acompaña esta publicación ha sido realizada por una joven del grupo de confirmación, es una foto preciosa que expresa y refleja aquello que quiero para mi vida y la vuestra…que podamos pintar los colores de Dios, con el pincel de nuestra vida. Que siempre reflejemos esa gran gama de colores en la vida de los demás, es nuestra responsabilidad, llevar la alegría de la Vida a los demás. 
A ti, que has dedicado un tiempo a leerme, te doy las gracias y rezo por ti.