13 de mayo de 2015

Domingo de la Ascensión




Hoy me gustaría reflexionar sobre dos acontecimientos, que vamos a celebrar en la Iglesia, en los dos domingos siguientes. Hablo de la Ascensión y de Pentecostés. Esta reflexión es fruto de la oración vicenciana que hoy he compartido con mi comunidad de formación.

En la ambientación se nos invitaba a no vivir estos dos acontecimientos de forma aislada, así como verlos en el sentido y dirección de plenitud de la Pascua, que venimos celebrando. Además, por si lo anterior fuera poco, esos dos momentos nos han de servir para resituar nuestra vida. 

Al respecto de esto último, me surgía mi reflexión. Pensaba y pienso en mi vivencia de los sacramentos, mis pasos en la Congregación, mi pastoral catequética, mis momentos de ocio, de estudio... en todos esos momentos, ¿tengo a Cristo como su centro? Siempre y cuando, toda mi vida tenga por centro a Cristo, mi vida se resituará desde Él. El resituar mi vida desde Cristo, significa para mi, dejar de ver-hacer todo desde mi y mis gustos y, hacerlo desde la voluntad de Dios para mi y mi vida. No es algo fácil, para mi no lo es, pues la tentación es grande, pero si estoy seguro que merece la pena, que no encuentro otra forma de vivir que mantener esa tensión de que Tú, Señor seas el centro de cuanto vivo.

Se nos proponía después la lectura evangélica de Mateo, que nos narra la Ascensión, en clave de testamento de vida y doctrina. Me llamaba poderosamente la atención, el momento en el que algunos dudan y vacilan; justo ahí, en ese momento, Jesús se acerca a ellos, no pasa, no sigue, no se queda con los confiados, prefiere acercarse y mirar a los que dudan...para tocarles el corazón. ¡Cuantas veces he dudado y te has acercado a mi! ¡Cuantas veces me has salido al encuentro en medio de mis dudas e inseguridades! ¡Cuantas veces te has parado y me has levantado! Que sea siempre agradecido, que seamos siempre agradecidos. 

El relato evangélico, tampoco se queda en eso, va a más... "Id y haced discípulos de todos los pueblos...". Siento, cada día de mi vida, la presencia de Cristo que me llama a seguirle. Me llama por mi nombre, de forma personal, no en abstracto, y, ¿a qué? Pues a salir, a ir, a confiar... me llama en definitiva, a decir SI con mi vida, a su llamada y a su plan de felicidad. 

"....en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo", ahí es nada, en el nombre de la Trinidad he de realizar lo anterior y, ¿qué significa eso?, pues ni más ni menos que, hacerlo con amor. El amor es lo que une, lo que relaciona a las tres Personas de la Trinidad. Recuerdo una frase que he escuchado en clase: no solo es que Dios nos ama, sino que Dios en sí mismo es Amor y, por eso nos ama de tal forma; pues que logre vivir yo de ese Amor y pueda llevar amor a mis hermanos. 

"Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo", porque Jesús siempre nos invita a la confianza, a saber que no estamos-estoy solo, que nunca me abandona; que no te abandone yo, es la petición en este sentido. 

Para terminar, utilizaré unas palabras del Papa emérito Benedicto XVI, que dicen: "encontramos en la cruz el inicio de su ascensión, con un único fin, atraer a todos los hombres hacia Él. Jesús aceptó subir a la cruz, sube al cielo para que disfrutemos de su gloria. Como lo hicieron sus apóstoles que después de verlo resucitado lo fueron a adorar".

No tardemos mucho más en dirigirnos a Dios y alabarle, adorarle, bendecirle, darle gracias... por todo lo que cada día nos regala, nos da. 

Gracias por dedicar un tiempo a leerme, te aseguro mi oración y te pido la tuya. 

Hasta la próxima.