Con enorme alegría retomo la
escritura de este blog. Lo hago no en una fecha cualquiera, sino en unos días
del año que son regalo y don de Dios, los días de Ejercicios Espirituales.
Esta
vez los estamos viviendo en Getxo, Bilbao. Nos los dirige el P. Francisco
Javier López c.m. junto con el Espíritu Santo, al que nos abrimos desde el
principio…para que entre y airee la vida y sople avivando la gracia de Dios que
hay en nuestro corazón.
La mañana del sábado la
dedicamos a situarnos. Antes de profundizar, de avanzar, de continuar… hemos de
saber dónde estamos, en dónde nos encontramos… Sin duda es muy necesario el
mirar a nuestro mundo, en el que vivimos, compartimos y desarrollamos nuestra
vocación.
Al
estar aquí, no abandono lo ordinario, sino que traigo lo ordinario, el día a
día, a estos días que son extraordinarios. A estos días de silencio, traigo el
ruido de cada día; a estos días de oración, traigo las oraciones que haya hecho
sin ganas…distraído; a estos días de descanso en Él, traigo los agobios, los
momentos de estrés y de no poder más; a estos días sin pastoral, traigo a todos
y cada uno de los jóvenes con los que comparto cada jueves la experiencia de
Dios; a estos días sin clases, traigo mis estudios, mi entrega en ellas… A ti, Señor vengo con lo que soy, lo que
hago, lo que vivo…para no olvidarlo, no apartarlo…sino transformarlo, en ti,
contigo, desde ti, para ti.
“De descanso en Él”,
porque no es igual descansar, que descansar en Él. Estos días están suponiendo
para mí, un descubrimiento del mejor descanso, en Cristo. No es un descanso
más, no es descansar por descansar…es un descansar en Él, dejarme en Él,
decirle a Él…Vengo a ti, Señor, para
seguir respondiendo con mi vida, para sentir esa paz y mansedumbre que siento
cuando me miras y me dices: adelante, estoy contigo, adelante. En ti, contigo,
desde ti, para ti… adelante en mi respuesta; a una llamada que me haces cada
día.
La tarde del sábado, la hemos pasado
“saboreando la dulce la alegría del Amor de Dios”. En ella hemos partido de la
confesión: Dios es Amor (1 Jn 4, 8.16), para después preguntarnos acerca de
dónde esta nuestro hermano.
La Exhortación Apostólica
Evangelii Gaudium, nos invita a renovar nuestra alegría, la cual se tiene, si
se experimenta. Para ello se hace necesario el encuentro renovado con Cristo.
¡Qué alegría disponer de estos días para favorecer ese encuentro renovado! El
encuentro con Jesucristo ha de ser personal y comunitario, un encuentro íntimo,
que transforme, mueva, remueva…un encuentro que cambia la vida y hace ver todo
con la mirada del Señor, mirada de amor, confianza y fidelidad.
Al realizar esa confesión: Dios es Amor, nada puede seguir
como hasta el momento de hacerla o, mejor dicho, de hacerla parte de nuestra
vida. Que esa confesión sea una cosa más de las que digamos o, de verdad sea
algo que fundamente nuestra vida, es tan importante como la vida misma. Al
afirmar que Dios es Amor, no solo que Dios ama, que también, sino que Dios es
Amor, y recordar que nosotros estamos hechos a imagen y semejanza de Él; hemos
de poner el amor en nuestro mismo ser, estamos hechos a imagen y semejanza del
Amor. ¿Podemos seguir igual? ¿Podemos no incorporar esto a nuestra vida? ¡NO!
Es imposible dejar fuera tal maravilla… estar hechos a imagen y semejanza de un
Dios, que es AMOR. Este Dios que es Amor, se revela definitivamente en Cristo,
Hijo de Dios, que nos salva, nos ama y nos envía a amar. ¿En qué consiste mi
vida - tu vida, sabiendo que el Hijo de Dios-Amor, nos ama y nos envía a amar?
Entenderás que conteste a la primera parte de la pregunta, la otra te la dejo a
ti; mi vida consiste fundamentalmente en amar y dejarme amar. Amar a TODOS, sin
excepción alguna; amar a todos como hermanos, amar a todos con sus fallos, sus
“cosas”… amarles sencillamente porque son mi hermano, mi prójimo… y ahí también
esta Cristo, pero fundamentalmente, ahí también quiero estar yo.
Y la
otra parte… dejarme amar… no es fácil dejarse amar, no es fácil dejar la
“puerta” del corazón abierta para que entre Aquél a quien le estoy entregando
mi vida a través de un SI, en los demás, en la Iglesia, en la Congregación… no
es fácil, pero es realmente bonito y maravilloso…sentir a Dios que entra en mí,
sabiendo lo que hay dentro; entra, mueve y remueve, limpia, purifica, consuela,
calma, está y permanece, me impulsa…y a veces se queda quieto y siento el vacío,
pero también confío, pido, hablo, oro; NO le olvido, porque Él sigue en mí,
conmigo.
Amar,
amar, amar sin descanso. Benedicto XVI, recordaba: El amor es éxtasis, pero no como arrebato momentáneo sino como camino
permanente. Que frase tan acertada… porque yo también pienso que amar no
debe ser cosa de arrebatos, sino más bien de camino, de progreso, de
avance…permanente. Vivir el amor, no como arrebato, sino como éxtasis-camino permanente
puede ayudarnos a vivir un amor más profundo y verdadero.
Unido
íntimamente al amor, va el destinatario del mismo; el hermano. Aquí, utilizo la palabra hermano, en sentido amplio, como
amigo, prójimo, el otro, el de al lado… precisamente la pregunta es muy
sugerente ¿dónde está tu hermano? La respuesta parece sencilla, pues podríamos
afirmar con rotundidad: mi hermano está en
cualquier “otro” distinto de mí. Pero realmente se vuelve difícil al estar
incluidos en ese “otro”: el que me
cae menos bien, el que me pone “zancadillas”, el que hace aquello que me
molesta, el que habla así, el que hace asá… por eso, cuando decimos “en cualquier otro”, hay que ser plenamente conscientes de lo que
decimos. En este momento lo soy, quiero exactamente decir eso… lo único que
necesito ayuda de Dios para llevarlo a cabo. La teoría, la teoría es mucho más
fácil que la práctica. Solo, cuando veo a Cristo en el otro, me doy cuenta de
lo que lo amo, por tanto, cuantas veces digo o hago algo que ofende al hermano,
por ínfimo que sea, es en el momento en que no estoy percibiendo a Cristo en
él, no porque no esté, sino porque yo no lo veo. Por eso, me parece fundamental
ejercitarme en mirar, desde Cristo, toda la realidad. Habrá veces que incluso seguiré
sin estar de acuerdo con ese “otro”, me seguirá molestando lo que haga el
“otro”… incluso todo será igual; pero mi mirada será otra, desde Cristo. ¡Ay
amigo! Como cambia todo, cuando miramos desde Él.
Gracias, a ti que has dedicado un tiempo a leerme... solo te pido una cosa: reza por mi. Te aseguro mi oración y mi abrazo en el Señor.