31 de marzo de 2015

Ejercicios Espirituales: regalo y don de Dios

Con enorme alegría retomo la escritura de este blog. Lo hago no en una fecha cualquiera, sino en unos días del año que son regalo y don de Dios, los días de Ejercicios Espirituales. 

Esta vez los estamos viviendo en Getxo, Bilbao. Nos los dirige el P. Francisco Javier López c.m. junto con el Espíritu Santo, al que nos abrimos desde el principio…para que entre y airee la vida y sople avivando la gracia de Dios que hay en nuestro corazón.

La mañana del sábado la dedicamos a situarnos. Antes de profundizar, de avanzar, de continuar… hemos de saber dónde estamos, en dónde nos encontramos… Sin duda es muy necesario el mirar a nuestro mundo, en el que vivimos, compartimos y desarrollamos nuestra vocación.

Al estar aquí, no abandono lo ordinario, sino que traigo lo ordinario, el día a día, a estos días que son extraordinarios. A estos días de silencio, traigo el ruido de cada día; a estos días de oración, traigo las oraciones que haya hecho sin ganas…distraído; a estos días de descanso en Él, traigo los agobios, los momentos de estrés y de no poder más; a estos días sin pastoral, traigo a todos y cada uno de los jóvenes con los que comparto cada jueves la experiencia de Dios; a estos días sin clases, traigo mis estudios, mi entrega en ellas… A ti, Señor vengo con lo que soy, lo que hago, lo que vivo…para no olvidarlo, no apartarlo…sino transformarlo, en ti, contigo, desde ti, para ti.

“De descanso en Él”, porque no es igual descansar, que descansar en Él. Estos días están suponiendo para mí, un descubrimiento del mejor descanso, en Cristo. No es un descanso más, no es descansar por descansar…es un descansar en Él, dejarme en Él, decirle a Él…Vengo a ti, Señor, para seguir respondiendo con mi vida, para sentir esa paz y mansedumbre que siento cuando me miras y me dices: adelante, estoy contigo, adelante. En ti, contigo, desde ti, para ti… adelante en mi respuesta; a una llamada que me haces cada día.

La tarde del sábado, la hemos pasado “saboreando la dulce la alegría del Amor de Dios”. En ella hemos partido de la confesión: Dios es Amor (1 Jn 4, 8.16), para después preguntarnos acerca de dónde esta nuestro hermano.
La Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, nos invita a renovar nuestra alegría, la cual se tiene, si se experimenta. Para ello se hace necesario el encuentro renovado con Cristo. ¡Qué alegría disponer de estos días para favorecer ese encuentro renovado! El encuentro con Jesucristo ha de ser personal y comunitario, un encuentro íntimo, que transforme, mueva, remueva…un encuentro que cambia la vida y hace ver todo con la mirada del Señor, mirada de amor, confianza y fidelidad.

Al realizar esa confesión: Dios es Amor, nada puede seguir como hasta el momento de hacerla o, mejor dicho, de hacerla parte de nuestra vida. Que esa confesión sea una cosa más de las que digamos o, de verdad sea algo que fundamente nuestra vida, es tan importante como la vida misma. Al afirmar que Dios es Amor, no solo que Dios ama, que también, sino que Dios es Amor, y recordar que nosotros estamos hechos a imagen y semejanza de Él; hemos de poner el amor en nuestro mismo ser, estamos hechos a imagen y semejanza del Amor. ¿Podemos seguir igual? ¿Podemos no incorporar esto a nuestra vida? ¡NO! Es imposible dejar fuera tal maravilla… estar hechos a imagen y semejanza de un Dios, que es AMOR. Este Dios que es Amor, se revela definitivamente en Cristo, Hijo de Dios, que nos salva, nos ama y nos envía a amar. ¿En qué consiste mi vida - tu vida, sabiendo que el Hijo de Dios-Amor, nos ama y nos envía a amar? Entenderás que conteste a la primera parte de la pregunta, la otra te la dejo a ti; mi vida consiste fundamentalmente en amar y dejarme amar. Amar a TODOS, sin excepción alguna; amar a todos como hermanos, amar a todos con sus fallos, sus “cosas”… amarles sencillamente porque son mi hermano, mi prójimo… y ahí también esta Cristo, pero fundamentalmente, ahí también quiero estar yo.

Y la otra parte… dejarme amar… no es fácil dejarse amar, no es fácil dejar la “puerta” del corazón abierta para que entre Aquél a quien le estoy entregando mi vida a través de un SI, en los demás, en la Iglesia, en la Congregación… no es fácil, pero es realmente bonito y maravilloso…sentir a Dios que entra en mí, sabiendo lo que hay dentro; entra, mueve y remueve, limpia, purifica, consuela, calma, está y permanece, me impulsa…y a veces se queda quieto y siento el vacío, pero también confío, pido, hablo, oro; NO le olvido, porque Él sigue en mí, conmigo. 

Amar, amar, amar sin descanso. Benedicto XVI, recordaba: El amor es éxtasis, pero no como arrebato momentáneo sino como camino permanente. Que frase tan acertada… porque yo también pienso que amar no debe ser cosa de arrebatos, sino más bien de camino, de progreso, de avance…permanente. Vivir el amor, no como arrebato, sino como éxtasis-camino permanente puede ayudarnos a vivir un amor más profundo y verdadero.

Unido íntimamente al amor, va el destinatario del mismo; el hermano. Aquí, utilizo la palabra hermano, en sentido amplio, como amigo, prójimo, el otro, el de al lado… precisamente la pregunta es muy sugerente ¿dónde está tu hermano? La respuesta parece sencilla, pues podríamos afirmar con rotundidad: mi hermano está en cualquier “otro” distinto de mí. Pero realmente se vuelve difícil al estar incluidos en ese “otro”: el que me cae menos bien, el que me pone “zancadillas”, el que hace aquello que me molesta, el que habla así, el que hace asá… por eso, cuando decimos “en cualquier otro”,  hay que ser plenamente conscientes de lo que decimos. En este momento lo soy, quiero exactamente decir eso… lo único que necesito ayuda de Dios para llevarlo a cabo. La teoría, la teoría es mucho más fácil que la práctica. Solo, cuando veo a Cristo en el otro, me doy cuenta de lo que lo amo, por tanto, cuantas veces digo o hago algo que ofende al hermano, por ínfimo que sea, es en el momento en que no estoy percibiendo a Cristo en él, no porque no esté, sino porque yo no lo veo. Por eso, me parece fundamental ejercitarme en mirar, desde Cristo, toda la realidad. Habrá veces que incluso seguiré sin estar de acuerdo con ese “otro”, me seguirá molestando lo que haga el “otro”… incluso todo será igual; pero mi mirada será otra, desde Cristo. ¡Ay amigo! Como cambia todo, cuando miramos desde Él.

Gracias, a ti que has dedicado un tiempo a leerme... solo te pido una cosa: reza por mi. Te aseguro mi oración y mi abrazo en el Señor.